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Ella es una mujer poco común. Son pocas las que cambiarían una cita para ir al cine por pasar una tarde reparando un auto junto a su pareja. Son escasas las féminas que esperan ser sorprendidas con una nueva herramienta en su cumpleaños antes que con una caja de bombones y rosas. Son aún pocas las que eligen la carrera de mantenimiento de maquinaria pesada, antes que una especialidad en la que no tenga que ensuciarse las manos.

Roxana Quispe Pérez no solo es poco común por estas características, sino porque también es madre, esposa, y una mujer modelo que abre el camino para aquellas que aún no se deciden a participar del mundo dominado por los estereotipos.

Tiene una sonrisa tímida, es de pocas palabras, se nota que es más de acción y decisión. Por eso, pese a que siempre quiso estudiar mecánica automotriz en SENATI, cuando vio que daba la talla para la carrera de mantenimiento de maquinaria pesada no lo pensó y postuló. Dice haber estado motivada por una serie de documentales en Discovery donde se presumía de la fuerza de las maquinarias y el estruendo de los motores. Sentía que debía participar de esa industria, pero no estaba segura de que hubiera la posibilidad de hacerlo. SENATI le dio esa oportunidad en la Escuela de Mantenimiento de Maquinaria Pesada en el año 2012.

Era la única mujer en su clase y no sintió que la trataran diferente. Se esforzó como todos. Tuvo grandes méritos, fue becada por Mitsui en SENATI, realizó prácticas para Komatsu y hoy trabaja en Cummins haciendo lo que siempre soñó: ser la doctora de esos “animalitos gigantes” que mueven al sector minero y a la industria de la construcción. Es una cirujana de motores. “Estoy en el área de evaluación de componentes del área de motores de camiones mineros”, indica como si fuera una actividad sencilla. Y no lo es.

Roxana no solo tiene el logro de ser probablemente la primera mujer en la actividad de las maquinarias pesadas, sino que, además, se desarrolló académica y profesionalmente siendo madre. Es muy joven y hace apenas tres años egresó de SENATI. Tiene una preciosa hija de siete años llamada Sofia y una pareja que la apoya constantemente y con quien comparte la afición por las máquinas. Su nombre es César.

Con él no solo descubrió el amor, sino que empezó a compartir momentos reparando un Nissan Sentra del año 94 que constantemente se averiaba. No fueron pocas las tardes de los fines de semana en las que estaban juntos haciendo el mantenimiento del auto, pasándose las herramientas, comentando acerca de sus actividades semanales, mirándose y sintiéndose, en vez de, probablemente, estar en el cine viendo una película romántica y comiendo ‘canchita’.
Ambos suelen sorprenderse, regalándose herramientas. César la motiva y ella le enseña lo aprendido en SENATI. Constituyen una pareja ideal.

“Recuerdo que en SENATI teníamos una excavadora, un cargador frontal y un tractor donde hacíamos los trabajos y recibíamos las clases. En esas máquinas nos encargábamos de todo su mantenimiento, revisar el aceite, filtros, mangueras y todo el sistema hidráulico. En realidad, ha sido una buena preparación la que he tenido”, asegura.

Cuando Roxana les decía a sus amigas que estaba estudiando para hacer mantenimiento de maquinaria pesada, pensaban que bromeaba. Aún hoy, en pleno siglo 21 donde las mujeres dirigen países, hacen negocios por miles de millones de dólares y ganan premios Nobel todos los años, tal cual lo hacen los varones, muchos creen que una mujer como ella reparando motores gigantes es poco posible. Para muestra un botón: Su hija Sofía solía contar a sus amiguitos de clase que su madre es la doctora de camiones gigantes y de excavadoras monstruosas capaces de mover el colegio con un pequeño movimiento. “La profesora pensaba que mi hija fantaseaba”, dice Roxana sonriendo al recordar que la maestra la llamó preocupada por las “exageraciones” de la pequeña Sofía.

- “¿En qué trabaja?, porque Sofía siempre fantasea con sus amigos que su mamá arregla motores de camiones gigantes”, le preguntó la maestra.

Roxana solo sonrió y le dijo la verdad. La niña no mentía: su mamá repara motores de camiones mineros tan altos como un edificio de cinco pisos.

La hoy exitosa especialista manifiesta que su paso por SENATI fue fundamental en su vida, sobre todo porque tuvo profesores muy motivadores que la impulsaron a alcanzar sus metas, sin importar el gran esfuerzo desplegado. “El mejor premio siempre será la satisfacción de haber conseguido lo que me propuse”, remarca.

El esfuerzo en su caso fue doble: apenas acababan las clases enrumbaba hacia casa para ayudar a Sofía en sus tareas. “Hacía las suyas y luego las mías”, dice. Tenía un doble aprendizaje, el ser madre y ser una técnica de maquinaria pesada. En ambas tareas ha logrado triunfar.

Roxana Quispe Pérez continúa apoyándose en César y en sus padres, quienes también se mostraron sorprendidos por su decisión. No hallaban una explicación al porqué a su hija le gustaban los fierros. Le preguntamos si conoció a alguien que haya despertado su interés en esta carrera, a lo mejor un tío lejano, un vecino (o una vecina) mecánico. Firmemente dice que no. Básicamente ha sido motivada por los documentales que vio en la televisión.Y en SENATI confirmó que los motores gigantes eran lo suyo.

En su trabajo siente que es una más. El trato es el mismo. Igual el profesionalismo de las otras personas que ahí laboran. No se siente para nada discriminada. Anhela continuar estudiando para ascender en la empresa. Ahí aplica todo lo aprendido en SENATI. Recuerda la disciplina y los aspectos vinculados a la seguridad. Adicionalmente en Cummins recibe constante capacitación técnica para certificarse en varios tipos de motores.

Nos despedimos de Roxana, preguntándole: “¿En serio, no te gustan los chocolates?” Y ella nos contesta sorprendida. “Yo nunca dije que no me gustaran. ¡Claro que me gustan!, me gustan tanto como las herramientas, que es distinto”. Su énfasis y aclaración confirman que es una mujer poco común.

 

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